Los niños aprenden a manejar al acosador en el cerebro.

Jerry Bubrick, PhD

uando un niño muestra señales de ansiedad, tendemos a pesar que se le pasará; ella es simplemente nerviosa o tímida, luego crecerá y se le pasará. Pero cuando la ansiedad se vuelve tan intensa que está seriamente interfiriendo con la vida de un niño, y la vida de su familia, es importante buscar ayuda.

La ansiedad seria no tratada tiende a volverse peor con el tiempo, no mejor, porque el niño aprende que evitarla ayuda a reducir la ansiedad, por lo menos a corto plazo. Pero según el niño, y de hecho, la familia completa, trabaja para evitar desencadenar esos miedos, estos simplemente se vuelven más poderosos.

Con frecuencia se prescriben medicamentos para los niños con ansiedad, como se hace para los adultos. Y los medicamentos, los antidepresivos son usualmente la primera opción, con frecuencia ayudan a reducir la ansiedad. Pero lo que muchas personas no saben es que la terapia cognitiva del comportamiento (CBT, por sus siglas en inglés) puede ser muy efectiva para los niños que son ansiosos.

De hecho, las investigaciones de más de 20 años han demostrado que CBT es el tratamiento más efectivo para reducir los síntomas de la ansiedad severa. Y a diferencia de tomar medicamentos, la terapia les da a los niños las herramientas para manejar la ansiedad por ellos mismos, ahora y en el futuro.

¿Qué es la terapia cognitiva del comportamiento?

La terapia cognitiva del comportamiento está basada en la idea de que la manera en cómo pensamos y actuamos afecta la manera como nos sentimos. Al cambiar un pensamiento distorcionado, y un comportamiento que es disfuncional, podemos cambiar nuestras emociones. Con los niños más pequeños, enfocarse primero en la parte del comportamiento del CBT puede ser más efectivo. El objetivo, esencialmente, es desaprender el comportamiento de evitación.

Una de las técnicas más importantes en CBT para los niños con ansiedad es llamada prevención de exposición y respuesta. La idea básica es que los niños son expuestos a las cosas que desencadenan la ansiedad en pasos estructurados e incrementados, y en un ambiente seguro. Según ellos se van acostumbrando a cada uno de los desencadenantes uno por uno, la ansiedad desaparece, y ellos están listos para enfrentar los que son cada ves más poderosos.

La terapia de exposición es muy diferente a la terapia hablada tradicional, en la cual el paciente y un terapeuta podrían explorar la raíz de la ansiedad, con la esperanza de cambiar el comportamiento. En la terapia de exposición tratamos de cambiar el comportamiento para eliminar el miedo.

La terapia de exposición es efectiva en muchos tipos diferentes de ansiedad, incluyendo la ansiedad por separación, las fobias, el trastorno obsesivo-compulsivo (OCD, por sus siglas en inglés), y la ansiedad social.

El Acosador en el Cerebro

Para los niños con trastornos de ansiedad, el proceso comienza por ayudarlos, y a sus padres, a distanciarse de la ansiedad y comenzar a pensar en la misma como algo que está separado de quien la persona es. Una manera en la que hago esto es haciendo que ellos lo conceptualicen como “el acosador en el cerebro”, y estimulo a los niños a que le den un nombre al acosador y le respondan. Los niños con los que he trabajado le llaman La Bruja, El Autoritario, Chucky, El Guazón, y, en el caso de los adolescentes, nombres que no puedo repetir aquí.

Explicamos que vamos a enseñarles habilidades para manejar al acosador, dándole a los niños la idea de que pueden controlar su ansiedad en vez de que la misma los controle a ellos.

Es también importante ayudar a los niños a entender muy bien cómo su ansiedad está afectado sus vidas. Yo, de hecho, puedo hacerles un mapa de las cosas que un niño no puede hacer debido a sus miedos: como dormir en su propia cama, ir a la casa de un amigo o compartir comidas con su propia familia, y cómo eso lo hace sentirse. Hacer que los niños entiendan cómo su ansiedad funciona y obtener su confianza es importante porque el siguiente paso, enfrentar sus miedos, depende de que ellos confíen en mí.

Adoptando la observación de Robert Frost de que “la única manera alrededor es atravezando”, la terapia de exposición ayuda a un niño lenta y sistemáticamente a enfrentar sus miedos, de manera que este pueda aprender a tolerar su ansiedad hasta que disminuya en vez de reaccionar buscando reconfirmación, escapando, evitando o involucrándose en comportamientos de rituales tales como lavarse las manos.

¿Cómo funciona la terapia de exposición?

El primer paso es identificando los desencadenantes. Diseñamos una “jerarquía de miedos”, una serie de retos que van en incremento, cada uno de ellos tolerable, y los cuales juntos van construyendo un progreso significativo. En vez de pensar en términos de blanco y negro (no puedo tocar un perro o no puedo cruzar un puente) se les pide a los niños que piensen en niveles de dificultad. Podríamos pedirle a un niño con miedo a la contaminación, por ejempllo, “en una escala del 1 al 10, ¿qué tan difícil sería tocar el manubrio de la puerta con un dedo? ¿Tocar y abrir la puerta?” Para un niño con miedo a vomitar, podríamos preguntar: “Qué tan difícil sería escribir la palabra vómito? Si eso es un 3, decir, ‘voy a vomitar hoy’ podría ser un 5. El ver una caricatura de alguien vomitando podría tener una calificación de 7.

El ver un video real de alguien vomitando podría ser un 9. En el tope de la jerarquía probablemente estaría el comer algo que el niño piensa que lo hará vomitar. Al calificar estos distintos miedos, los niños se van dando cuenta de que algunas cosas son menos extremas, y más manejables de lo que ellos pensaban.

Luego, exponemos al niño al desencadenante en su forma más leve posible, y le damos apoyo hasta que la ansiedad se disipa. El miedo, como cualquier sensación, se va desapareciendo con el tiempo, y los niños ganan un sentido de dominio según van sintiendo que la ansiedad declina.

Tratameinto intensivo

Con un niño que está severamente ansioso, que puede, por ejemplo, precariamente salir de su habitación por miedo que sus padres van a morir, o debe lavarse las manos docenas de veces al día para evitar la contaminación, puede funcionar trabajar con él varias veces por semana, durante varias horas por sesión. Hacemos terapia de exposición en la oficina y entonces, cuando un niño está lo suficientemente cómodo, lo hacemos afuera. Para alguien con ansiedad social, por ejemplo, podríamos ir afuera usando sombreros graciosos, o caminar llevando una banana amarrada con una soga. Para alguien que tiene miedo a la contaminación, podríamos subirnos al autobús juntos, o darle la mano a extraños y luego comer papitas sin lavarnos las manos.

Una vez que hayamos trabajado con algunas exposiciones, y él se sienta más seguro, le asignaría una tarea para practicar lo que hicimos en las sesiones. Queremos que los niños realmente dominen las exposiciones antes de continuar avanzando. Y se les enseña a los padres a ayudar a los niños a progresar al estimularlos a tolerar los sentimientos ansiosos, en vez de saltar a protegerlos de su ansiedad.

El tratamiento para niveles de leves a moderados de severidad usualmente se toma de 8 a 12 sesiones, y algunos niños logran más progreso si también están tomando medicamentos para reducir su ansiedad, lo cual puede hacer que sean más capaces de involucrarse en la terapia. Es importante entender que la terapia de exposición es trabajo duro, para los niños y los padres. Pero según el miedo disminuye, los niños vuelven a hacer las cosas que les gusta hacer, y la familia recibe de nuevo a un niño que ellos temían que habían perdido; y ésa es una gran recompensa.

*Esta publicación apareció originalmente en ChildMind.org, y puedes verla aquí.